Estoy hasta los cojones.
Y no hablo de la corrupción, las guerras o el hambre en el mundo… no. Todo eso me la pela. Me la trae completamente floja.
No, estoy hasta los cojones de la gente. Todo el mundo queriendo ser feliz, buscando su mejor versión, persiguiendo sus sueños.
Ilusos, ingenuos, imbéciles, idiotas, iletrados.
Me gusta la i, ¿qué pasa?
La red está plagada de frases motivacionales, tips para liderar, ideales estoicos, dopamina… ¡MIERDA, TODO MIERDA!
¿Dónde quedamos nosotros, malvados, egoístas, gente tóxica?
¿Cómo podemos hacer nosotros para empeorar?
¿Acaso no tenemos derecho a evolucionar nosotros, incomprendidos?
Pues se acabó. Se acabó la dictadura del buenismo y de lo políticamente correcto. Hoy, aquí, ahora, reivindico mi derecho a ser un hijo de puta… ¿no quieren inclusión? Pues toma inclusión.
Querido y maléfico lector. Si tu objetivo en la vida es hacer el mal, estás en el sitio adecuado y en el momento adecuado, porque voy a contarte cómo hacerle la vida imposible a los demás. Ya seas trabajador en una línea de montaje, gerente de una gran empresa o cantante de copla, tu potencial para joderle la vida a los demás es casi infinito.
Vamos a por ello.
#1 Tú primero. Siempre.
Esto es el ABC de la indecencia. Dicen los cuquis que para cuidar de los demás, primero tienes que cuidarte tú. Coño, no saben cuánta razón tienen. Tú eres lo primero, y no debes sentir vergüenza por sentirte así. Es una cuestión de supervivencia, de evolución. Ojo, puede que a veces sientas alguna punzadita de culpa por pasar del resto de congéneres. Tranquilo, es normal, pasará; al fin y al cabo tienes tu corazoncito. Pero cuando solo te preocupas de ti mismo llega un punto que ni te planteas que hay otros. De hecho, a efectos prácticos, no los hay.
Es fundamental, no obstante, que pases desapercibido como cabrón profesional. Es posible que algunos te calen – siempre hay gente espabilada por ahí – pero si eres capaz de parecer un ser de luz, tu vida será mucho más fácil. Debes aprovecharte al máximo de todo el mundo. Una buena táctica es ser muy amable cuando quieres conseguir algo. Invocar al ego de los demás no falla: “jo tía, es que eres una crack, yo soy incapaz”. También es interesante invertir en el futuro, ayudando a alguien puntualmente de manera completamente interesada. Si detectas que puedes hacer un favor sin esfuerzo, hazlo. Siempre puedes cobrártelo más tarde Tú siempre has sido bueno con él. Esto es muy útil, porque la gente noble no va recordar que solo les ayudaste una vez… si les haces creer que su vida es mejor gracias a ti podrás estrujarles sin contemplaciones.
#2 Eres mejor
Bien, compañero del Mal, lo primero que debes hacer es dejar claro que eres mejor que ellos. Porque es verdad. Sabes más, tus fuentes son más fiables y los vídeos que ves son de gente que sabe de lo que habla.
Un ámbito muy propicio para poner esto en práctica es el mundo empresarial. No te digo nada si eres jefe: tu “equipo”, ellos, los demás, no te llegan ni a la suela de los zapatos.
Cuidado. No debes expresarlo con claridad. No se trata de decir “soy mejor que tú”. No. De hecho (y esto vale para todo) mejor que no digas nada de forma explícita. Una buena manera de hacerlo es despreciarlos con la indiferencia (de la que luego hablaremos). Nada de lo que hagan va a estar bien, así que házselo saber. Pero no les digas cómo hacerlo, simplemente diles que está mal.
Eso sí, si está bien, cállate y apúntate tú el tanto. No hay nada que haga más daño que eso. Y, por supuesto, anula cualquier intento de aportar e innovar. Si es algo que realmente es interesante, ya sabes, medalla para ti. Ellos no están preparados para gestionarlo.
Intenta hablarles con paternalismo. Diles que te preocupas por ellos. Eso jode mucho. Ah, y no digas tacos. Aquí, entre tú y yo, vale. Pero con ellos, ni uno. Que no puedan reprocharte nada. Debes ir por detrás, oculto. Verás lo divertido qué es.
#3 Escaquéate
Esto es todo un arte y paradójicamente, requiere de mucho esfuerzo. Porque no hacer nada es complicado y exige una atención plena para detectar las oportunidades de escaqueo. Algunos ejemplos prácticos:
Cuando hay un reparto, levanta la mano el primero y ocúpate de lo más sencillo. Yo, por ejemplo, cuando hay que preparar una comida en grupo siempre me pido comprar el queso – ya cortado, por supuesto – y que otro haga las tortillas, que le salen muy buenas. Así todos disfrutarán de ese placer culinario. Todos ganamos. Es una labor social. ¿Qué hay que recoger la mesa? Levántate y pajarea. Mueve un vaso… o vete a mear, eso no falla.
En el trabajo es aún más fácil. Solo tienes que decir todo el tiempo esta frase: “no me da la vida”, con cara verdaderamente compungida. La interpretación es un arte muy necesario. Lo normal es que la gente, al verte tan agobiado, se apiade de ti: ¡eureka, has dado con un filón! Dar pena es fundamental para tocarte los huevos a dos manos.
#4 Sé persuasivo
Esta es quizá la aptitud más importante en un verdadero hijo de puta. Es un arte que se imbrica con todos los demás. La persuasión (aunque se empeñen en llamarlo manipulación o chantaje emocional) es muy eficaz, pero no siempre funciona, porque requiere de lazos emocionales, y cuanto más fuertes, mejor. En otras palabras, para persuadir a alguien debe haber una relación duradera e incluso afectiva. Si te quieren, tienes poder sobre ellos.
La persuasión es un arte sutil, porque se te puede ver el plumero fácilmente, así que debes ser cuidadoso, pero hará que consigas casi siempre lo que quieres. Una manera súper efectiva de conseguirlo es cargar la culpa en los demás (además es muy fácil de hacer, porque en el fondo tú siempre actúas magnánimamente, recuerda que eres mejor que los demás).
La culpa es una emoción poderosa. Puede mover montañas. Pero bajemos a la arena, ¿Cómo podemos llevar esto a la práctica? Fácil: seguro que alguien, alguna vez, te ha hecho alguna putada (es normal, somos humanos, ¿no?). Guárdala en tu disco duro y sácala a colación cuando quieras conseguir algo. La culpa del otro hará que tarde poco o nada en transigir y hacer lo que tú quieres que haga.
#5 Tu opinión es necesaria
Te has ganado el derecho a opinar. Más que nada por el bien común: pobres diablos que vagan por el mundo sin objetivos claros, necesitan de tu consejo. Ellos no lo saben, pero puedes iluminarles, aunque no te lo pidan. Precisamente por eso.
Hazlo sin tapujos ni paños calientes. La sinceridad es una característica clave en ti. Es por su bien, así que no tengas la más mínima piedad. Y sí, puede que les duela que opines sobre su peso, o su ropa, o su falta de ambición. Tú sabes que viven una mentira, que se dejan guiar por su pareja y son unos calzonazos, que son unos vagos que no hacen ejercicio porque es mejor tirarse en el sofá. Les estás haciendo un favor porque nadie les guía, nadie les ayuda. Pero aquí estás tú, oh ser de luz, para iluminarles el camino.
En el fondo, eres una ONG, aunque nadie te lo reconozca.
#6 Eres la víctima
Truco TOP. Siendo la víctima estás haciendo algo súper inteligente: poner la responsabilidad en los demás. Siendo una pobre víctima vilipendiada y humillada, puedes sacar oro a tus relaciones personales. Es cierto que algunos puristas del hijoputismo podrían decir que es una modalidad de persuasión (vaaaaale, manipulación) y puedo adscribirme a esta línea de pensamiento, pero ponerse de víctima es tan, tan eficaz que yo lo considero una técnica en sí misma. Dar pena mola.
#7 Indiferencia
A ver, la violencia verbal (no digamos física) es un arma de destrucción masiva. Pero este tutorial no busca eso. Somos elegantes y civilizados, no animales. La cuestión es que la violencia tiene formas muy variadas… y la indiferencia es cojonuda, porque no parece violencia. En otras palabras, si quieres humillar a alguien, pasar de su culo es garantía de éxito. Algunos happy cuquis dirán que debes alejarte de quien te haga daño – personas tóxicas las llaman jajajajajajaja – pero ojo con esto. No hablo de alejarte, sino justo lo contrario. Hablo de estar cerca, controlando, dejando claro que estás ahí, juzgando. Ahora bien, si pones una capita de indiferencia, a poco insegura que sea tu víctima, la tendrás completamente subyugada. Está esperando tu beneplácito… ese es tu seguro de vida. Que siga esperando. Y tú mientras, a seguir chupando su energía.
#8 Limita la información
La información es poder. Así que chitón. Algo tendrás que decir, está claro, no podemos vivir aislados, pero limítalo a lo imprescindible. Ten en cuenta que si tú estás todo el día opinando de la vida de los demás, puede que también ocurra al revés, así que no les des material.
Puede que tus amigos o familiares te pregunten. Bien, no pasa nada. No tengas problema en mentir y engañar, pero siempre con una pátina de verdad. Así no te pillarán nunca ni podrán echarte nada en cara. Hombre previsor vale por dos.
Y algo importante. Aunque no es mentir como tal, es importante que no seas honesto. Porque no hay nada más efectivo para desmotivar a la gente que decir una cosa y hacer otra. Ohhhh, qué maravilla, qué gusto da ver esas caras de ira contenida cuando haces justo lo contrario de lo que habías dicho. Mmmmm.
#9 Crítica constructiva
El arte de ser un cabrón requiere de alianzas. Seamos sinceros, llegamos a lo que llegamos y crear alianzas estratégicas es importante. Por eso es crucial que cultives tus dotes de loa y alabanza. Con mesura: no te arrastres ni caigas en el babeo; eres un grande y por tanto debes actuar como tal, pero si detectas que alguien puede serte de ayuda, no te cortes.
El problema es que, en la mayoría de las ocasiones, lo que verás no será una alianza, sino una amenaza. En estos casos, lo que debes utilizar es lo que los expertos en hijoputismo llamamos “crítica constructiva”. Siempre has de partir de una pequeña alabanza (“gran ponencia, realmente interesante”) con el objetivo de que tu víctima baje la guardia. A continuación viene el nexo o enlace. Puede ser un “pero”, un “sin embargo” o, si la cosa es muy elitista, un “no obstante”. Y ahora, la estocada. Una crítica, lo menos constructiva posible, buscando pillar al “experto”. Funciona muy bien dar tu opinión (siempre acertada, por supuesto) y preguntar qué opina el listo. En cualquier caso, el objetivo siempre es el mismo: quedar por encima.
#10 Humillación
El nivel más elevado de hijoputismo, el estado del arte. La humillación te permite quedar siempre por encima, pero es un gran poder que requiere de dosificación: si lo usas demasiado puede haber gente que se rebele. Y eso no nos interesa.
Hay varias modalidades, a saber: Está la humillación grupal – que siempre suele recaer en el mismo sujeto, al que yo llamo el “saco de las hostias” – o del “todos contra uno”. Tener una diana para reírse de ella sin piedad equilibra las fuerzas a tu favor (mejor él que tú) y además es súper divertido. Algunos de los chistes más ingeniosos surgen de estos episodios de hermanamiento.
También está la humillación oculta: el cotilleo de toda la vida. Aquí puedes sembrar verdaderas bombas y atacar sin piedad amparándote en el anonimato (ha surgido en los últimos años la modalidad on line en redes sociales, muy efectiva y poderosa, que por supuesto recomiendo encarecidamente).
Y por último está el escarnio público, que roza con la violencia más pura. Esta modalidad suele ser la que se usa en épocas tempranas, como el colegio o el instituto, donde puedes conseguir arruinar a las personas para toda la vida. Si ves a alguien diferente, más débil, o más listo, o más lo que sea, da igual, a por él. Sin piedad. Los gordos (o gordas, aquí sí somos inclusivos), empollones, cuatro ojos, gente que destaca… el campo es casi infinito.
Confío en haber hecho de este mundo un lugar un poco peor, ya que los hijos de puta merecemos también nuestro espacio en esta sociedad. Aunque últimamente veo cómo algunos líderes, por fin, forman parte de nuestro movimiento y ascienden a los Gobiernos, queda mucho por hacer. Entre todos, podemos conseguir joderle la vida a mucha gente.
Pero a nuestro humilde nivel, en el día a día, espero haberte ayudado a que pulas tus técnicas. Y si no conocías algunas de ellas, te animo a que las pongas en práctica. Como todo, requiere de disciplina pero te aseguro que, si lo deseas con fuerza, lo conseguirás.
Ser un hijo de puta es posible.
Sigue tus sueños, ellos saben el camino.
Me he arriesgado con este texto. Me considero una buena persona (o por lo menos, intento serlo) así que este artículo ha sido un ejercicio de ironía, crítica y por qué no decirlo, de autoconocimiento. He buceado en mi memoria para buscar diferentes tipos de hijos de puta que han ido pasando por mi vida y he descubierto, con cierta vergüenza y pena, que yo también lo he sido en alguna ocasión.
Sin embargo, me ha resultado divertido ponerme en la piel de un verdadero hijo de puta. Aunque quizá podríamos llamarlo supervillano. Me fascinan los supervillanos, son apasionantes, e indagar en la psicología de uno de ellos puede serme muy útil para un proyecto, mucho más ambicioso, que estoy poniendo en práctica, si bien no sé cuándo llegará, o si simplemente será posible. Pero lo que está claro es que necesito un supervillano y quiero que sea el más hijo de puta del mundo.
Quizá este sea el primer paso para crear un personaje tan malvado, como humano.
En cualquier caso, ha sido divertido.